Tengo ganas de escribir cosas buenas en estas vivencias de Fórmula 1, pero de momento sólo se quedan en lo que pasa fuera de la pista, porque lo que es dentro, seguimos en mala racha. El Gran Premio de Mónaco forma parte de la historia de una Fórmula 1 que cumple esta temporada su 60 aniversario. El que sólo lo ha visto por TV no se puede hacer una idea completa del por qué se sigue haciendo una carrera, peligrosa en la pista, pero extremadamente glamurosa en su puesta en escena.
El martes después de Montmeló tocaba viaje en coche hasta el Principado de Mónaco. Hubiera podido ir en avión, pero las cosas no están todavía muy ordenadas con la movida del volcán, así que mejor jugar sobre seguro. Total son seis horitas en coche desde Barcelona, menos que ir a Madrid.
Desde lejos ya se nota que Mónaco es otro mundo, y su capital Monte Carlo rezuma ambiente “pijo” por todas partes. ¡Qué nivelazo! El miércoles empieza la rutina de trabajo, con la consabida sesión de correr y pesas con Pedro de la Rosa. Nos movemos en un entorno que es desconocido para mí y que debo memorizar enseguida, ya que como circuito urbano que es, tengo que saber moverme por sus accesos y con sus timings. Voy a moverme a pie todo el fin de semana. Me maravillo porque diez minutos después de acabar los entrenos, el circuito se abre al tráfico para permitir que ese pequeño país no se detenga.
Lo serio comienza el jueves. En este circuito no hay actividad el viernes, así que todo el programa se adelanta un día. Los entrenos libres no se dan nada mal y viendo lo cerca que están los muros y lo deprisa que se rueda, es raro no tener algún percance. Pero Pedro está atento y hace unos entrenos perfectos. No es el mejor circuito para el Sauber, pero hay que sacarle el máximo partido a lo que hay.
El viernes, como no hubo entreno en pista, nos dedicamos por la mañana a correr por un paraje idílico. Los que conozcáis algo de la Costa Brava, era como ir por el Camí de Ronda, entre Platja d’Aro i Calonge, corriendo cerca del mar. ¡Qué pasada de vistas! Ver el mar cómo vienen las olas en plena Costa Azul… muy recomendable. Después comida en un chiringuito tipo chill-out, de imagen ibicenca, pero más “pijito”. Vuelta al hotel corriendo, y me acerco al circuito, con la excusa de llevar la Tecar al motorhome. Ya sabéis que la Tecar me acompaña a todas partes. Aproveché entonces para darme una vuelta caminando por el circuito. Los yates colocados en el puerto a escasos metros de la parte baja de la pista, cual tribunas de millonarios. ¡Qué nivel señores, qué nivel!
No podía dejar de imaginar lo bestial que debe ser rodar aquí entre muros, con frenadas al límite sin margen para el error. Pensaba en los pilotos, ¡¡¡qué «huevos» le echáis chicos!!!
El sábado, como siempre, la hora de la verdad. Si normalmente es importante clasificar lo más adelante posible, en Mónaco es crucial. Adelantar se convierte en una maniobra arriesgada, sólo hubo que ver lo que sudó Alonso para remontar en carrera. En los libres Pedro de la Rosa nos volvió a dar una de sus lecciones magistrales de pilotaje, de esas que si no estás allí no te puedes hacer una idea. La Qualy tuvo una Q1 muy ajustada. Pedro consiguió el sexto mejor tiempo, lo cual es increíble y la Q2 ya se puso más cuesta arriba, estando entre el noveno y el décimo, pero acabando en el 15º lugar para la parrilla. Una vez más, fuera de la Q3. No era una buena posición, pero no era para desanimarse, porque esta carrera es una auténtica lotería.
Domingo, todo dispuesto, y de nuevo famosos, empresarios, políticos, modelos, cantantes, actores y todo tipo de personajes por el paddock, aunque en esta ocasión el invitado en Sauber fue el 5 veces Campeón del Mundo de Saltos de Esquí, Anmann Simon. Un crack de deportista y un tipo muy divertido, siempre amable, atendiendo a la prensa, sesión de fotos en el coche, con los pilotos, en fin, lo normal en estos casos ¿no?. El domingo nos dio a todos unas gafas de sol de la marca Carrera, que es uno de sus patrocinadores, con la intención de que nos las pusiéramos todos en la parrilla de salida. Yo pensé, “chico lo siento, pero yo aquí vengo a currar, y con lo malita que tengo la vista, como para cambiar de gafas ahora”, así que supongo que me visteis por TV con mis gafas de siempre.
Antes de la salida, me informan que en el previo de TV3 ha salido el reportaje que hicimos con Laia Ferrer sobre mi trabajo, en el motorhome del circuito, se prestó para la sesión de masaje, hablamos de las cremas MADFORM, de mi trabajo con la máquina Tecar. Todo un publirreportaje. Laia, desde aquí te mando un beso y todo mi agradecimiento por lo bonito que ha quedado. También gracias a Santi Faro y a Francesc Rosés, por el empeño que habéis puesto en hacer el reportaje. Podéis ver el reportaje, abajo.
De la carrera, decir que Pedro de la Rosa hizo una buenísima salida, adelantando dos puestos. Accidente, sale en Safety Car, y de nuevo salida lanzada. Pedro va escalando posiciones hasta colocarse quinto. Todo va bien, cada equipo sigue su estrategia y la nuestra es buena. Pero lo que ha sido una constante en las últimas carreras vuelve a ocurrir. Como sabéis le saco la pizarra a Pedro en cada paso por meta, y por mis cascos tengo acceso a las comunicaciones con el ingeniero de pista. Mi inglés me da de sí lo suficiente para escuchar el ya sabido “I have a problem”. Pedro entra en boxes y se retira. Una vez más, no…
El único consuelo que queda es que esto ocurre luchando en cada vuelta, dando el 110%, y demostrando que dentro de Pedro hay mucho piloto. Es un grandísimo profesional.
Yo creo que Estambul, próxima parada del Gran Circo, tiene que ser ya el punto de inflexión y los resultados tienen que llegar ¡YA!
Me fui de Mónaco con ganas de volver, por qué no, el año que viene. No obstante, al menos puedo decir que he estado en un lugar todo lujo y glamur, digno de ser visitado, al menos, una vez en la vida.
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